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Ballenas Jorobadas + Playa Rincón

  • Marta de Ysasi
  • 4 mar 2017
  • 7 Min. de lectura

Temporada de ballenas, un acontecimiento único en la provincia de Samaná. Mi familia supo escoger bien la fecha para su viaje, y es que esta excursión es un MUST si vienes a Samaná entre enero y marzo.

Me desperté a las 8 de la mañana y crucé hasta Simi para enviar dos motoconchos a mi familia, que seguían en Vista Mare.

Y la ley de Murphy hizo de las suyas… siempre siempre siempre hay motoristas esperando en la entrada de Simi Báez, y ese día, que crucé antes de tiempo exclusivamente para poder enviarles a alguien ya que en la puerta de Vista Mare nunca hay motoristas, no había nadie.

Tuve que esperar un buen rato hasta que de pronto alguien pasó y le pedí que se buscase a otro motor por el camino y que fuesen hasta Vista Mare, donde estaba mi familia ya esperando, y que regresasen a Simi. Un jaleo …

Cuando llegaron, yo cogí otro motor y nos fuimos los 5 hasta el Carenero, que es un embarcadero desde donde salen muchas excursiones vía marítima. Está situado a menos de 5 minutos en moto de Simi Báez, así que pagamos bastante poco de transporte.

Allí habíamos quedado con Santi, con quien hacíamos la excursión. Íbamos a compartir bote con 23 personas más. Pagamos 75$ cada uno (bueno, yo fui de gratis ) y la excursión incluía lo siguiente:

Avistamiento de ballenas + bebidas a bordo + Cayo Levantado + Playa Rincón + Almuerzo en Playa Rincón + Visita al Caño frío + Degustación de productos típicos de la zona.

El precio está bastante bien teniendo en cuenta que normalmente cobran 50$ solamente por la excursión de las ballenas.

Se suponía que salíamos a las 9 de la mañana, pero Santi, que ya se le puede considerar dominicano, nos hizo esperar un buen rato. Cuando por fin llegó con el resto del grupo, nos montamos en el bote.

Era una lancha con capacidad para 28 personas, justo las que éramos, y estaba bastante bien, ya que otras excursiones organizan el viaje en catamaranes que tienen una gran capacidad, pero no se tienen ni un cuarto de visibilidad que la que tuvimos con este bote.

Nos sentamos en la parte de atrás, ya que yo insistí que nos tenía que dar los mejores puestos… Y claro, entre españoles, nos entendemos bien jejeje.

Los últimos puestos son los mejores porque una vez que estás viendo las ballenas, te dejan ponerte en pie ya que, al no tener a nadie detrás, no molestas.

Nos pusieron el brazalete correspondiente de medio ambiente, y nos fuimos en busca de las ballenas jorobadas.

Para el que no lo sepa, las ballenas vienen solamente una vez al año. El motivo de su viaje es el nacimiento de sus ballenatos, los cuales fueron engendrados el año anterior en aguas samanenses. Es decir, vienen, paren, se aparean y así año tras año.

Hacen este largo viaje ya que en las aguas de Alaska no pueden parir, ya que el agua es demasiado fría para la poca grasa corporal de los ballenatos. Aquí pasan los primeros 2-3 meses de vida, y una vez que crecen un poco se marchan.

Nadie asegura que se puedan observar, ya que no se trata de un acuario, están en mar abierto y suelen situarse en un mismo lugar, pero nunca se tiene la garantía de que se vayan a poder ver.

Nosotros teníamos el presentimiento de que no íbamos a ver nada, ya que la temporada empezaba supuestamente el 15 de enero y nos encontrábamos a 23 de enero, y los días anteriores no se había visto nada aun. De hecho, era la primera excursión de ballenas de esta temporada que Santi hacía, y según dijo, la adelantó un poco ya que mi familia estaba aquí y no quería dejarme tirada.

El caso es que nos fuimos navegando sin mucha fe, pero emocionados al mismo tiempo. En poco más de 10 minutos nos plantamos en el Santuario de Ballenas, donde suelen ubicarse. Es entonces cuando el bote se detiene y todo el mundo comienza a mirar para todos lados en busca de algún movimiento en el agua que pueda ser una ballena.

Nos explicaron los tipos de movimientos que hacen, y cómo localizarlas de manera rápida. Cuando viésemos uno chorro de agua expulsado hacia la superficie, debíamos avisar para que el capitán se acercase.

En pocos minutos comenzamos a ver bastantes chorros, algunos bastante lejos, pero como niños pequeños comenzábamos a gritar: CHORRO ¡!!!!!! Y ahí que íbamos.

Estuvimos cerca de dos horas en el santuario y pudimos ver chorros, colas de ballenas sumergiéndose, lomos de ballenas, e incluso vimos 3 saltos ALUCINANTES de un ballenato. Os dejo el vídeo para que entendáis de qué hablo y os podáis hacer una idea de lo alucinante y emocionante que es esta experiencia.

Lo pasamos en grande, y como siempre, íbamos dando la nota, ya que sin duda éramos los más escandalosos de todo el bote, especialmente yo, que no se me resistía ninguna ballena y me ponía a gritar como una loca cuando avistaba alguna.

Creo que los demás clientes acabaron un poco hartos de nosotros, pero ese momento había que vivirlo con intensidad, ya que no creo que volvamos a estar tan cerca de una ballena nunca jamás.

Después de ver ballenas, nos fuimos a la Playa de Cayo Levantado, a pegarnos un bañito de una hora, que falta nos hacía, porque hacía más calor que nunca. Yo estaba frita por enseñarles la playa del Cayo, mi playa, la primera playa que yo pisé al llegar al país y que tan maravillada me dejó, pero Murphy quiso volver a aparecer, y esta vez la playa estaba ABARROTADA de gente. Jamás la vi así anteriormente, y eso que vivo ahí.

El motivo era un gigantesco crucero que había llegado a Samaná, y parece que todos los pasajeros decidieron pasar el día en la playa. Total, que eso parecía Benidorm, y el encanto de la playa se esfumó. Pero aun así les gustó. Aunque era bastante difícil superar la playa del día anterior: La Playita.

Después de una hora de baño, volvimos a tomar el bote para regresar al Carenero y coger ahí el autobús que nos llevaría a Playa Rincón. El trayecto era de 45 minutos aproximadamente, y aprovechamos para descansar un poco.

Al llegar, yo no podía creer lo que veían mis ojos: una playa espectacularmente azul, con aguas cristalinas, limpias, y muy pero que muy apetecibles. Yo sabía que Playa Rincón era una de las mayores maravillas dominicanas, incluso está considerada una de las playas más bonitas del mundo, pero cuando yo fui tuve muy mala suerte y la vi en un estado un poco degradado debido al mal tiempo.

Todos estábamos flipando con la maravilla que teníamos ante nuestros ojos.

Era la hora de comer, así que nos fuimos al restaurante donde teníamos la comida incluida, y aunque Santi había dicho que era un plan un poco “cutre” a mí me pareció que éramos unos privilegiados. Nos montaron una mesa para todo el grupo frente a la orilla del mar, y nos fueron sacando bandejas con diferente comida para que nos fuésemos sirviendo. Todo estaba delicioso, pero sin duda, el pescado fue el gran triunfador del día. Qué maravilla de pescado…

Todo estaba montado en un plan muy informal, pero a mí me recordó a las barbacoas que organizaba en la playa cuando vivía en Málaga, y sin duda fue un momento mágico para mí.

Mi familia se dio un bañito antes de comer, pero yo preferí esperar, con la mala suerte de que Murphy volvió a aparecer por tercera vez, y después de comer, quiso nublarme el día por completo. Comenzó a llover un poco, y el agua pasó de ser cristalina y muy apetecible, a turbia y poco o nada apetecible. Total, que me quedé sin bañarme.

De ahí nos fuimos a Caño Frío, que es una especie de laguna natural situada en frente de la playa, y a mí me requeteencanta desde que la conocí la primera vez con Jaume. Sus aguas son completamente cristalinas, y está metida entre manglares. Lo típico es coger una barquita y recorrer los interiores de la laguna, pero no teníamos tiempo, así que se quedaron con las ganas de hacerlo. Aun así, todos menos Mario y yo, se dieron un baño que dicen que les sentó fenomenal. De hecho, decían que era una de las cosas que más les había gustado del viaje.

Después de eso, nos montamos en el autobús y pensábamos que ya había acabado el día, pero a mitad de camino, paramos en una cabaña a pie de carretera donde nos hicieron una degustación de algunos productos típicos de la zona: cacao, frutas, miel y cómo no, MAMAJUANA ¡!!! Nos lo pasamos en grande porque hicimos un ritual de brindis de mamajuana, que de verdad, tenéis que ver el vídeo hasta el final para no perderos ese momento.

Y ahora sí que sí, el día había acabado. El autobús nos dejó en la misma puerta de Vista Mare, donde nos despedimos del resto del grupo, que yo creo que se quedaron muy aliviados al perdernos de vista :)

Pasamos un rato en la piscina de Vista Mare tomando unas cervezas, y disfrutando del paisaje, con los ojos bien abiertos por si veíamos alguna ballena desde la piscina, ya que se dice que desde ahí se ven perfectamente. Yo estaba convencida de que así era, aunque Jaime decía que era imposible que viéramos un chorro o un salto desde “tan lejos”. Lo cierto es que ese día no vimos nada.

Después nos fuimos al apartamento donde estuvimos cenando los 6 (Jaume por fin se incorporó).

Ya se habían terminado las excursiones organizadas, y solo quedaban dos días para que mi familia se marchase.

Si queréis saber lo que hicimos los siguientes dos días, estaos muy atentos al siguiente video-blog, porque lo contaré todo en uno.

Espero que os haya divertido el vídeo, que os lo hayáis pasado bien, y que os haya acercado un poquito más a Mi Vida en Samaná.

Un beso grande, y como siempre, gracias por seguir ahí.

 
 
 

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